Los mensajes escondidos en "El
jardín de las delicias" de El Bosco.
Fiona Macdonald, BBC. 11 agosto 2016.
"La canción del
trasero del infierno".
No es el nombre más auspicioso para una melodía y, sin
embargo, se inspira en una de las pinturas más célebres de la historia,
"El jardín de las delicias", del pintor holandés Hieronymus Bosch, El
Bosco.
Después de mirar de cerca la obra, la estudiante Amelia
Hamrick decidió transcribir la "música escrita en la parte posterior (el
trasero) de uno de los personajes del panel derecho de la pintura".
Este individuo particular parece haber sido aplastado por un
arpa gigante incrustada en un laúd, ante una audiencia de monjas, monstruos y
un personaje que parece un sapo.
Bienvenidos a la mente de El Bosco, quien murió hace 500
años y cuya obra más famosa y ambiciosa se expone en el Museo del Prado, en
Madrid.
La pintura del holandés, realizada entre 1490 y 1510, es una
visión del pecado y la moralidad, y el diablo está en los detalles.
Como dice el crítico británico Alastair Sooke, "El
jardín de las delicias" es "probablemente la escena más famosa del
infierno en el arte occidental".
Si el infierno son los otros, la versión de El Bosco incluye
gente retozando con búhos, fresas y traseros tatuados con notas musicales.
"Decidí transcribir la canción (del trasero del
personaje) a una partitura con la notación moderna", escribió Hamrick en
su blog, antes de que su transcripción se volviera viral en internet.
"La canción del trasero del infierno", de 500
años, es una pieza fascinante: tocada en laúd, arpa u organillo, o interpretada
como canto gregoriano, la música se eleva más allá de una pequeña porción del
tercer panel del cuadro de El Bosco.
Ahí es donde reside la genialidad del pintor: en lo que
parece ser un paisaje panorámico que engloba el Edén, un lugar de abandono
hedonista, y el infierno, aparecen pequeños detalles que revelan cosas
inesperadas.
Los jugadores.
Tortura, mutilación y backgammon. Un área del tercer panel
de la pintura muestra a unas criaturas diabólicas acuchillando a un hombre por
la espalda y una espada con un corazón atravesado, así como dados y otros
juegos de mesa.
Las figuras grotescas no sólo están causando dolor: están
apostando con sus víctimas.
Según un tour interactivo de la pintura, un "tríptico
transmedia" que incluye el documental "Hieronymus Bosch, tocado por
el diablo", de Pieter van Huystee, "el panel de El Bosco se aleja de
otras representaciones medievales del infierno, en las que frecuentemente se ve
a personas que hierven, se queman o son comidas vivas".
En este material informativo también se dice que "el
sufrimiento que se muestra en este panel no sólo es físico, sino también
psicológico: las almas se están volviendo locas por el miedo, la ansiedad, el
caos y la angustia".
Pájaros.
Además del sufrimiento hay sentido del humor. En el panel
central vemos a gente desnuda montada sobre pájaros gigantes, incluyendo un
petirrojo, un pato y un pájaro carpintero.
Tal vez sea una broma visual de El Bosco: de acuerdo con el
tour interactivo, los pájaros pueden tener un doble sentido: "Si bien la
palabra holandesa 'vogelen' ya es obsoleta, podría referirse a tener relaciones
sexuales (Vogel significa pájaro)".
Por otra parte, el crítico de arte estadounidense Kelly
Grovier le menciona a la BBC sobre un "huevo de Pascua que, para
encontrarlo, uno debe simplemente trazar una equis imaginaria desde las cuatro
esquinas de cuadro, ya que se ubica al centro de la pintura".
A pesar de que "El jardín de las delicias"
representa la "condena", se trata de una obra lúdica. Según Sooke,
"Bosch tiene la reputación, por encima de todos, de haber creado la imagen
del infierno".
"Parece que encontraba regocijo es sus creaciones
peculiares", dice el especialista.
Concha de mejillón.
La primera referencia escrita de "El jardín de las
delicias" data de 1517, cuando el canónigo italiano Antonio De'Beatis
acompañó al cardenal de Aragón en una visita a Bruselas, Bélgica.
"Había unos paneles en los que se han pintado cosas
extrañas. Representan personas saliendo de una concha, otras que montan aves,
hombres y mujeres, blancos y negros, haciendo todo tipo de actividades y
poses", escribió en su diario.
En su "Diccionario de lenguaje sexual e imágenes en la
literatura de Shakespeare y Stuart", Gordon Williams sugiere que las
conchas han sido "símbolos venéreos" desde la antigüedad y nota que
la concha de El Bosco es de un mejillón en vez de una ostra.
"Tiene perlas de semen regadas… Plinio (autor romano)
menciona especies de mejillones llamadas Venereaeo o 'conchas de Venus'",
dice.
Fresas.
Las primeras descripciones del tríptico se refieren a este
como la pintura de la fresa, fruto que aparece varias veces en el panel
central.
En una sección, un hombre le ofrece una fresa a una mujer
con una expresión lasciva, lo que implica un giro a las representaciones
bíblicas del Edén.
En otra, unas parejas se dan fresas unas a otras, una escena
tradicionalmente asociada con el amor cortés, aunque aquí están más que
coqueteando.
Según el crítico holandés Reindert Falkenburg, El Bosco
"pervierte el tema del amor cortés con la fruta del amor, una metáfora
tradicional para la unión amorosa, religiosa y mundana, ahora transformada en
una prisión infernal".
La monja cerdo.
Puede parecer que el cerdo en hábito de monja es el elemento
más significativo de esta escena, pero el pie amputado es lo que da el mensaje
más sorprendente.
El Bosco pinta el miembro extirpado como una recordatorio de
una afección conocida como "fuego de San Antonio", una gangrena
causada por comer pan infectado con moho negro.
En 1950, un compuesto de hongos fue sintetizado para crear
el LSD. Según el documental interactivo de Pieter van Huystee, "si le
comprabas al panadero equivocado, se te pudrían las extremidades y comenzabas a
tener alucinaciones, que llevaban finalmente a la locura".
"¿Pintó El Bosco 'El jardín de las delicias' mientras
sufría de una alucinación?", se pregunta.
Hombre árbol.
El historiador de arte alemán Hans Belting cree que esta
figura es un autorretrato de El Bosco.
De todo modos, "El Jardín de las delicias" elude
cualquier análisis, dice por su parte Falkenburg. Para él, es un trabajo
diseñado deliberadamente para resistir la interpretación.
El famoso historiador del arte alemán Erwin Panofsky escribe
en el libro "Los primitivos flamencos" que, pese a todas las
investigaciones, no puede evitar sentir que"el verdadero secreto de las
pesadillas magníficas" de El Bosco no han logrado revelarse.
"Hemos abierto algunos agujeros en la puerta de una
habitación cerrada, pero de alguna manera parece que no hemos descubierto la
llave", asegura.
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